7.12.12
Tercer Acto: Oscuridad
2.5.12
Segundo Acto: Soledad
14.4.12
Primer Acto: Fragilidad
Las luces de la sala se apagan al tiempo que las acaloradas discusiones comienzan a tornarse en toses espontáneas y siseos imperativos. El aire, viciado por el humo de infinitas chimeneas, crepita de tensión al tiempo que transporta un ligero olor a humanidad concentrada. Mil ojos observan inquietamente una oscuridad absoluta solamente turbada por el verde neón de una salida a ninguna parte. El Drama Humano comienza. Actores mirando actores.
El viejo telón se levanta revelando una figura altiva y desafiante; una belleza de ojos ardientes que observa la sala al tiempo que sonríe con maliciosa magnificencia. Ella es la reina del espectáculo y el público es su droga.
La diva comienza a recitar su poesía, sincronizando su candencia con el desenfrenado latido de un millar de corazones. Grado a grado la temperatura aumenta, elevando gritos y llantos cacofónicos al nivel de letanías olvidadas con el tiempo. No importa cuantas veces sea escuchada, la pasión siempre es la misma. La multitud corea su nombre, transportándola a un nirvana del que jamás podrá deshacerse, una adicción del alma que alimenta la dependencia espiritual hacia la atención ajena. Su coraza, su protección, en las ignorantes manos de su enemigo. Eso sí es vivir al límite.
La monarca pasea sus curvas por el escenario como un tiburón acechando a su presa, satisfecha de un festín que se repite cada noche. Su público no es fiel, eso lo sabe, pero un suministro constante siempre es mejor que el riesgo de reinventarse. “La misma vieja historia contada con distintas palabras es tan válida como cualquier otra” cacarea entre dientes.
El tono de la representación comienza a elevarse por momentos, extendiendo el poder de la reina a cotas más allá de toda lógica moral, ocultando al tiempo todo aquello que la propia figura en realidad representa. Toda esa fuerza, toda esa pasión, no son más que capas y capas que cubren un espíritu tan delicado como un copo de nieve. Un diluvio emocional que oculta unas lágrimas tan tristes como secretas. Tanques de cartón piedra que mantienen a raya una tropa universal.
La poesía toca su fin y llueven ovaciones por doquier. La satisfacción general impera en el espacio absoluto, recortando en el rojo de la vida un nuevo camino de baldosas amarillas que la diva recorre a saltitos hasta quedar oculta entre bastidores. Una noche más ha obtenido su droga y ha sobrevivido al proceso, mostrando su ser como ningún otro, escondiendo su alma como nadie. Cuando participas en el Drama Humano debes ofrecer mucho más de lo que cualquiera pueda asimilar, de esta forma nadie puede ver tu ser en conjunto.
El segundo acto va a dar comienzo, pero a la pequeña figura, a la aparente diosa, ya no le importa. Sentada en su camerino llora sola por su maldición. La necesidad de reinar un escenario que la aterra dibuja un cuadro de irónica locura sólo posible en una realidad como la nuestra.
Cada hombre posee dentro de sí una flor que se muere por momentos. El alma, ese ente intangible de infinitas capacidades, es el motor de la representación. Sin embargo tanto poder no se encuentra exento de riesgos. El espíritu es algo muy delicado, lo que determina que cada uno cree capas para su protección. Son estas capas las que determinan nuestro papel como actores, lo que da forma a la representación. La Reina del Drama lo sabe y tapa sus grietas con exceso de pasión. Violencia, timidez, agresión… No importa lo que elijas, al final todo se reduce a proteger nuestro propio corazón.
Fin del primer acto.
22.2.12
Mi Derrota
Un cuerpo inerte reposa en el suelo. En sus ojos tu mirada; en su boca tu sonrisa. Un cuerpo inerte reposa en el suelo, camino de un viaje que me es imposible emprender, que me niego a aceptar. Un cuerpo sin alma ni palabras de despedida. Mi amigo se muere. Se muere gracias a ti.
Hace años que te conozco, que por primera vez oí susurrar tu nombre. Fantasma implacable de tierna sonrisa y fieros colmillos. Cárcel del alma, parca de la humanidad. Señora de la Guerra, genocida implacable. Por tu mano o designio millones han caído, víctimas del vicio o la codicia. Nombres escritos con sangre en tu convulsa agenda.
La cara de mi amigo adquiere, segundo a segundo, el color y la consistencia de la cera. Cada rasgo, cada arruga, se marca a fuego en un repugnante tono bilis. Un trazado orográfico de muerte que me muestra con crudeza la verdad en las palabras de aquellos que te han conocido.
Amante secreta, musa maldita; motor creativo de algunos de los más grandes, asesina de todos ellos. Tan poderosa que trasciendes la propia autoría para caer de cabeza en la obra, el mejor ingrediente de un almuerzo desnudo. Hija de flores malditas, pan de los pobres. Tú eres la estrella del show, el redoble del tambor para el salto fatal de un trapecista demente. Nacida entre algodones, bautizada en una oficina y criada en bañeras pútridas del tercer mundo.
El cuerpo sin vida comienza a convulsionarse al tiempo que mil estrellas abrazan con húmeda ternura su trémula carne. Sus dientes desgarran mi mano que lucha por mantener abierta una boca que rehúsa el oxígeno. La sangre recorre tímidamente mis falanges, precipitándose al vacío de sus labios acompañada de un dolor que soy incapaz de sentir. Negras sombras comienzan a rodear unos ojos de un blanco tan intenso, tan puro, que ciega mi alma y quema mi corazón.
Tú, que trasciendes la razón ajena a tu condición física; que haces tuyas las venas del más fuerte y el más débil por igual. Tú, que tanto has dado y tanto has quitado, te llevaste a los mejores y ahora te lo llevas a él. Anfitriona de una partida perdida de antemano, me miras a los ojos y te ríes consciente de que si no es tuyo hoy mañana lo será.
Mi amigo se muere en mis brazos y no hay lágrimas que lo hagan volver. Mi mano derecha bloquea su boca; la otra reposa en su corazón. Cada latido parece el último, espaciándose y debilitándose poco a poco con respecto al anterior; robándome un año de vida, de inocencia, segundo a segundo. De pronto el corazón se rinde, la vida se escapa, al tiempo que seis figuras invaden la estancia frustrando así tu victoria. Un séquito angelical de brillantes colores reclama su cuerpo, separándome de él. Lucho por permanecer a su lado aun consciente de que tan pueril acto no haría más que empeorar la situación.
Los minutos corren como eras, enrareciendo el aire con una insoportable tensión de agudas armonías. No hay esperanza en una habitación sin vida.
Y entonces se obró el milagro.
Postrado en una camilla mi amigo muerto vuelve a la vida con un horrible sonido de asfixia y la desmesurada mirada de una criatura abisal. Confundido y desorientado, el joven Lázaro observa a sus salvadores con estúpida expresión mientras balbucea palabras inconexas. El viaje toca su fin antes siquiera de haber comenzado.
Abandono la habitación con un sabor agridulce en los labios. Te miro por última vez a los ojos y no veo derrota o furia, sino confiada arrogancia y sobrada satisfacción. No es hasta varias horas después que, con una jeringuilla en su brazo, me muestras que el ganador nunca fui yo. Qué hija de puta.
20.1.12
Humanum Drama
Hace ya casi tres años desde que te abandoné; tres años desde que creí recuperarte sólo para perderte otra vez. Y durante todo ese tiempo no dejé de preguntarme qué pasó. Me convencí a mi mismo de que únicamente era falta de inspiración, de que en el momento adecuado volverías a mí, sin darme cuenta de que tu naturaleza caprichosa sólo responde a los impulsos de mi corazón. Ahora estoy aquí, llamándote de nuevo, implorando tu perdón. Pero ya no soy el niño que tú conocías, a pesar de mis esfuerzos por conservar un poco de él en mi interior.
Confundí tu nombre desde un principio. No era Furia, era Frustración. Tú me amaste cuando otros no me amaban y luchaste por mi cuando mi alma parecía herida mortalmente. Tú me devolviste parte de mi infancia y me regalaste el respeto de muchos semejantes. Sin embargo tu esencia caótica te arrebató de mis brazos cuando creí que el dolor nunca más me afectaría. Te dejé a tu suerte con una falsa sonrisa en mis labios y un número de teléfono al que nadie respondería. Confiaba en que conocerías el camino de vuelta a casa si algún día volvía a necesitarte.
Y te necesité. Una y mil veces me senté como ahora mismo frente a una pantalla, pitillo en mano y café caliente. Ni que decir de nuestra vieja amiga, compañera de aventuras y desamores. Ella tampoco logró traerte de vuelta, conformándose con una bolsa supurante de pútrida decepción.
En cambio ahora estás aquí, impulsada por mi ser herido, dispuesta a presentar batalla frente a mis enemigos, a derrotar mis miedos. Vieja muralla en mi corazón. Mas el espíritu de este niño hace mucho que tornó en hombre, pese a mantenerse igual en su interior; por eso te ruego que no me protejas, sino que luches a mi lado en favor de la razón. Nuestra némesis de esta noche es el Drama Humano, un lúgubre teatro de marionetas condenado a repetir hasta el infinito una misma función.
La vida, la existencia, carecen de sentido sin él, condenándonos a un destino mecánico de factorías grises y hedor a muerte. Él da forma a la locura que mantiene la cordura en esta hedionda bola de estiércol; estiércol que algún día dará vida a las más maravillosas flores que se verán jamás en el universo. Pero no hoy.
Estás aquí, como siempre, por mi frustración ante tan horrendo escenario, ante un público hostil de escala planetaria. Estás aquí porque mi corteza se desmorona y temes que no se abra a tiempo la crisálida. Mas no viniste por voluntad propia, pues sin mi no eres nada aun cuando tu ausencia me hizo quien soy.
A veces deseo escapar del escenario, mantenerme al margen, aunque sea un segundo. Evadirme de este maremoto de pasiones y odios que cual violento vórtice infinito se arremolina cruel en torno a mi espíritu. Infantiles impulsos fruto de un miedo infundado a enfrentarse a la realidad.
Te he traído para mostrarte con este texto que hemos compuesto que no pienso huir y esconderme, que entiendo este laberinto al que llamamos existencia. Cada hombre, cada ser humano, está solo en el mundo; y es dicha soledad la que da forma al Drama Humano, nuestro enemigo, nuestro aliado. Padres, madres, amigos, compañeros. Vínculos emocionales que se extienden por el mundo como una gran red en la que las palabras bien y mal se difuminan en la niebla como un feroz cúmulo de insectos.
Reímos y lloramos, a veces las dos a la vez, llorando de alegría o bien por dentro mientras se ríe. Nadie dijo que la vida fuera fácil, pero tiene sus momentos. Es por ello que ya no le temo más, por lo que te traje de vuelta. Ya no tengo miedo a desenvolver mi papel en la tierra dado que al fin he comprendido que yo también soy artífice de su movimiento. El Drama Humano no es nada sin mi al igual que yo tampoco soy nada sin él. Y me seguirán doliendo las mentiras y gustando los abrazos, sendas caras de una moneda que el destino sigue lanzando. No seré yo quien deje de lado mi alma en pos de una fuga cobarde o un camino de rosas de neón. Enfrentaré cada miedo para asegurarme de que yo siempre seré yo.
Ahora entiendes tu retorno, tu resurrección, ahora entiendes tu papel dentro de esta ecuación. No desahogas mi furia, mi frustración, sino que observas contenta a un niño que ya creció. Te he echado tanto de menos que no quiero dejar que te marches, niñata idiota de sonrisa pícara. Mas eres libre de elegir tu destino, cambiando el mío en el proceso; no seré yo quien cuestione tu alma inquieta ni condene cualquier decisión.
Tú, esa parte de mí que me impulsa a escribir, has vuelto de la tumba porque tengo un mensaje que darte. Te perdí porque creí que ser feliz era contrario a tu esencia. Te abandoné cuando abandoné a la que creía la razón de mis males; y no fui capaz de resucitarte de nuevo al sentir otra vez el inmenso dolor dentro y fuera de mí. Y entonces cambié. Al no obtener respuesta, encontré la solución. No es la furia quien te invoca, es mi propio interior; las respuestas de la vida a mi papel como actor.
No hay que tener miedo al Drama Humano, sino abrazarlo con pasión. Después de todo al él le debemos cada momento de nuestra vida, cada compañero de viaje. El Drama Humano es el maestro de nuestra existencia, duro tutor del espíritu. Nos premia con alegrías y castiga con desgracias. Nos ofrece tortuosos caminos de infinitas dimensiones. Somos dueños de nuestro destino, mas el mismo se encuentra bajo el yugo del resto de la humanidad. Y es este baile de marionetas, esta mascarada interminable, la que nos separa de las máquinas, la que conforma la sentido a la razón. Giros de guion enrevesados que le dan cordura a un planeta lleno de tarados.
Ahora todo depende de ti, vieja amiga. Tú decides a quién quieres. Si te vas con el recuerdo del niño que soñaba con la gloria o te quedas con el hombre que, tarde o temprano, se hará con ella. Lo conseguiré con o sin tu ayuda, avisada quedas.
Perra.
2.6.09
Gilipollas
Me miro en el espejo y en unos ojos de vaca escruto el hueco que la furia ha dejado tras su marcha. Hace mucho que me ha abandonado. Me tomo un café mientras fumo un cigarrillo apoyado en la ventana. El régimen de una comida diaria me está dejando hecho mierda, pero por más que lo intento nada me apetece, nada me llena, me sacia. Estudio, o lo intento, durante un par de horas, distraído ante la única idea que me obsesiona desde hace tiempo ¿Qué me ha hecho cambiar? Me resisto una vez más a rememorar un pasado activo y alegre, una roca de pura perdición que me arrastra al fondo de mí ser para ahogarme con una sensación parecida a la desesperación.
Vuelvo al baño y la furia sigue sin estar ahí. Recuerdos rebeldes de tiempos pasados destellan en mi mente recordándome al ser que solía ser. No era la mejor de las personas, pero al menos no estaba muerto en vida.
Will me llama, se ríe. Un mensaje de texto nos advierte que la enésima compañera se va a largar. Genial, pienso, el cuento de nunca acabar. Más la sonrisa de su rostro calma los ánimos que se fraguan en mi interior. Atrás quedaron tiempos oscuros de discordias y malos royos. Esto nos destruirá, no como antes. Me vuelvo a bajar a estudiar.
De nuevo pensamientos inquietos asolan mi mente, impidiéndome pensar. Las letras frente a mí se tornan dibujos difusos con vagos rasgos humanos. El tiempo pasa y el silencio aumenta. De nuevo salgo a la ventana para fumar y pensar. Odio todo este mundo y cuanto me rodea, me da ganas de vomitar. Su codicia, su maldad, su falsedad inherente. Y no tengo fuerzas para luchar. Antes creía en algo y me ilusionaba pensar que al menos con mi ayuda, aunque fuera un poco, podría cambiar. Creía en mis fuerzas, en mis posibilidades; me comería el mundo y nada ni nadie me podría parar. Ahora miro el pitillo descapullado, aún humeante, y no dejo de pensar qué ha podido fallar.
El silencio se rompe con un sonido de llaves y tacones. La fiesta va a empezar y yo con estos pelos, pienso mientras una efímera sonrisa felina se dibuja en mi rostro. He vivido esta experiencia más de lo que debería y al final te terminas por acostumbrar. Espero el momento cumbre meditando sobre cómo sería, si una buena defensa será un gran ataque. El ruido de tacones cesa, la señal no pactada del inicio de la batalla. Subo las escaleras y uno a uno nos juntamos frente a la puerta maldita, tentando a una suerte ya echada de antemano. Alea iacta est. Mis nudillos golpean la madera milenaria.
Dos rostros se dibujan tras un rayo de luz, revelando que el enemigo cuenta con más tropas de las que esperábamos. Trabo saliva y comienzo el ritual. Las palabras suenan dulces durante los primeros compases de esta farsa, provocando en mi corazón un fallo garrafal. Bajo la guardia, me creo todo el chiste e incluso comienzo a tener esperanza cuando en este nauseabundo túnel se empieza a ver el final. Pero de repente… Zas! La palabra clave: Dinero.
Lo que antes eran sonrisas y dulzura comienza a mutar en un extraño rictus a medio camino entre el asco y el odio. Los dos rostros nos escrutan susurrándonos sin palabras insultos ya olvidados por su extrema maldad. Los leones salen a la pista, el espectáculo ha comenzado, pero no sé cómo terminará.
Con una habilidad pasmosa el enemigo toma la delantera jugando una carta que no había tenido ni la idea de considerar. El poli bueno llora, el malo nos grita y no sabemos cómo actuar. Intento frenar esta locura, asombrado de que por primera vez no se centrase en mí, pero la situación me supera.
Latido
Los gritos van en aumento, los nervios a punto de estallar; y yo en medio del campo de batalla intentando frena lo inevitable. Nuestras tropas se retiran, dejándome al cargo de la defensa total. Cuando vuelven a mi lado han decidido claudicar. En una batalla perdida de antemano minimizar las bajas es lo único que cabe esperar. Entonces aparece.
Latido
Una asquerosa sonrisa triunfal. Pese a sus bajas el enemigo ha vencido y aún se quiere regodear. Las palabras dulces vuelven, pero esta vez el mensaje ha cambiado. Antes llovían alabanzas y risas, éramos los mejores tíos de la faz de la tierra. Ahora el momificado rostro de una bruja me intenta engañar tras una máscara de falsa bondad. Mientras tanto, tras ella, restos de rímel cubren la cara del poli bueno, auténticos vestigios de una opereta que me cuesta creer que sea fruto de improvisar. Las odio. Tras esta máscara, esta imagen, se esconde una palabra, una verdad. Gilipollas…
Latido, latido
Los grajos abandonan el nido, devolviéndome a la realidad. La batalla ha sido dura, pero no hay muchas heridas por lamer. El tiempo pasa, el teléfono suena y tras varios minutos descubro que la compañía de teléfonos me ha vuelto a joder. La enésima polla que me podían meter por el culo, el mobbing empresarial. Pido explicaciones y no me las dan. La vida es dura muchacho y todos tenemos que tragar. Un sonoro Me Cago en Dios retumba por toda la casa con el eco marchito del odio no correspondido. No tengo a quién gritar, no tengo con quien explotar. Quiero quemar el planeta y no sé por dónde empezar. De nuevo esa palabra, esa escabrosa verdad. Gilipollas…
Latido, latido, latido
Corro al baño a lavarme la cara, a enjuagar un rostro surcado de venas azules, sucias raíces de un árbol llamado impotencia. Entonces me miro al espejo y la veo. La furia. Mis ojos resplandecen como hojas de espada al rojo vivo cauterizando heridas más profundas que el alma. Las arterias de mi cuerpo se tensan como cables aluminio cortando mis músculos en una orgía de dolor, salgre y placer ajena a cualquier comprensión humana. Golpeo con mi puño la pared sonriendo a un dolor tremebundo que brota de la zona de impacto recordándome una verdad que creía olvidada: Estoy vivo.
Entonces todo se para, el mundo, el tiempo, mi corazón; y la idea, la sensación que noté al despertar se hizo clara e mi interior. El mundo es una basura, una bolsa de mierda podrida que supura el pus amarillento de nuestra sociedad. No solo nos hemos vuelto zombis, sino que interiormente nuestra soberbia nos ha comenzado a dominar. Las dos zorras me llamaron gilipollas a la puta cara sin tenerlo que decir. La compañía de teléfonos me llamó gilipollas a la puta cara poniéndome delante a un pobre muchacho al que no puedo gritar. El mundo nos llama gilipollas a la puta cara porque nos jode el culo día tras día y no tenemos a quién protestar. La gran verdad es que en este mundo cruel todos creemos que los demás son gilipollas mientras a su vez nos dejamos insultar. No contentos con la mierda que tragamos cada día comenzamos a creernos la ostia, destruyendo lo poco bueno que podría quedarnos en nuestro corazón.
Abramos los ojos hermanos, seamos conscientes de que una vida así no se puede ni considerar. Seremos libres si queremos, si osamos a luchar. No dejéis que os pisoteen, no dejéis que os vuelvan a joder, pues en sus mentes no existe ni un atisbo de humildad. Sed fuertes pero no tiranos, violentos pero manteniendo la paz. El mundo pertenece a los intrépidos, no a quien se deja follar. No bajéis la cabeza jamás pues no existe dolor más grande que que te llamen gilipollas a la puta cara y tú sepas que es verdad.
Todavía me miro al espejo cada dos por tres, comprobando que la furia permanece. No sé si ha venido para quedarse, si es un alto en el camino o si se irá y no volverá jamás, pero al menos me ha servido para revivir una vez más. Si me permitís un consejo, cuando sintáis la furia no la temáis ni la ignoréis. Puede poseeros, puede destrozaros, pero se puede usar para el bien; el mejor ejemplo es este texto, que de no ser por ella no habríais podido leer.
Sed buenos, Gilipollas